miércoles, 9 de febrero de 2022

Encuentro con Mereliny Monroe

 



ENCUENTRO EN HOLLYWOOD


Caminábamos, algunos amigos, admirando el paisaje de Wilshire Boulevard, en Hollywood, cuando hicimos parada ante la serenidad del Memoriam Park Cemetery, entre nuestro camino y los jardines de Glendon Avenue.

La hermosa mansión de los muertos mostraba una gran movilización de Espíritus liberados de la experiencia física, y entramos.

Todo, en el interior, era tranquilidad y alegría.

Los túmulos simples parecían monumentos erguidos a la paz, induciendo a la oración. Entre los árboles que la primavera pintara de verde, numerosas entidades iban y venían, muchas de ellas apoyadas unas en las otras a manera de convalecientes, sostenidas por enfermeros en el patio del hospital agradable y extenso.

En una esquina que se elevaba con el terreno, dos naranjos ornamentales cuidaban el acceso hacia el interior de la pequeña construcción que hospeda las cenizas de muchas personalidades que aportaron al Más Allá, con el aprecio del mundo. A un costado, leí la inscripción: “Marilyn Monroe” – 1926-1962.” Sorprendido, pregunté a Clinton, uno de los amigos que nos acompañaban:

-¿Están aquí los restos de Marilyn, la estrella del cine, cuya historia llegó hasta el conocimiento de nosotros mismos, los desencarnados, en el Mundo Espiritual?

-Sí – respondió él, y acentuó con expresión significativa: -no se detenga, sin embargo a examinarle la leyenda mortuoria… Ella está viva y usted puede encontrarla, aquí y ahora…

-¿Cómo?

El amigo indicó un frondoso olmo chino, cuyas ramas componen un refugio esmeraldino en el largo recinto, y habló:

-Es aquí que ella descansa, de seguro en visita reconformación y de reminiscencia…

A pocos pasos de nosotros, una joven desencarnada, pero aún evidentemente enferma, reposaba la cabellera rubia en el cuello de la simpática señora que la tutelaba. Marilyn Monroe, pues era ella, exhibía el rostro desfigurado y los ojos tristes. Informados de que nos sería lícito abordarla, para algunos momentos de conversación, nos aproximamos, respetuosos.

Clinton hizo la presentación y añadió:

-Soy un amigo de Brasil que desea oírla.

-¿Un brasileño buscándome, después de la muerte?

Sí, ¿y por qué no? – agregué – su experiencia personal interesa a millones de personas en el mundo entero…

Y el diálogo prosiguió:

-Una experiencia fracasada…

-¿Una lección tal vez?.

-¿En qué me podría ser útil?

-Su vida influyó en muchas vidas y estimaríamos recibir, aunque fuese un pequeño recado de su parte, para aquellos que la admiraron en las películas y que recuerdan en el mundo su presencia distinta…

-¿A quién agradaría acoger un grito de dolor?

-El dolor instruye…

-Fui mujer como tantas otras y no tuve tiempo ni disposición para reflexionar de filosofía.

-Pero hable aún así…

-Bien, diga entonces a las mujeres que no se ilusionen con respecto a la belleza y a la fortuna, la emancipación es un éxito…Eso da popularidad y la popularidad es un trapecio en el cual raras criaturas consiguen dar espectáculos de grandeza moral, incesantemente, en el circo de lo cotidiano.

-¿Admite, de ese modo, que la mujer debe permanecer en el hogar, de manera exclusiva?

-No tanto. El hogar es una institución que pertenece a la responsabilidad tanto de la mujer como del hombre. Quiero decir que la mujer luchó durante siglos para obtener la libertad… Ahora que la posee en las naciones progresistas, es necesario aprender a controlarla. La libertad es un bien que reclama sentido de administración, como acontece con el poder, con el dinero, con la inteligencia…

Pensé algunos momentos en la fama de aquella joven que se presentara en la Tierra, y de allí mismo, en Hollywood, y añadí:

-Miss Monroe, ¿Cuándo se refiere a la libertad de la mujer, usted quiere mencionar la libertad de sexo?

- Especialmente.

- ¿Por qué?

- Concurriendo sin ningún obstáculo al trabajo del hombre, la mujer, de manera general, se juzga con derecho a cualquier tipo de experiencia y, con eso, la mayoría de las veces, compromete las bases de la vida. Ahora que regresé a la Espiritualidad, comprendo que la reencarnación es una escuela con mucha dificultad de funcionar para el bien, toda vez que la mujer huye a la oportunidad de amar, en los hijos, la edificación moral a la que es llamada.

- ¿Desea decir que el sexo…

- Puede ser comparado a la puerta de la vida terrestre, canal de renacimiento y de renovación, capaz de ser guiado hacia la luz o hacia las tinieblas, conforme al rumbo que se le dé.

- ¿Le sería posible aclarar un poco más este asunto?

- No tengo expresiones para hablar sobre eso con la claridad necesaria: entre tanto, me propongo afirmar que el sexo es una especie de camino sublime para la manifestación del amor creativo, en el campo de las formas físicas y en la esfera de las obras espirituales, y, si no fuera respetado por una sensata administración de los valores de que se constituye, viene a ser naturalmente desordenado por las inteligencias animalizadas que aún se encuentran en los niveles más bajos de la evolución.

- Miss Monroe – consideré, encantado, oyendo sus conceptos -, debo asegurarle, no sin profunda estima hacia su persona, que el suicidio no le alteró la lucidez.

- La tesis del suicidio no es verdadera como fue comentada – acentuó ella sonriendo. – los vivos hablan acerca de los muertos lo que les viene a la cabeza, sin que los muertos le puedan dar la respuesta debida, ignorando que ellos mismos, los vivos, se encontrarán, más tarde, delante de ese mismo problema… La desencarnación me alcanzó a través de un tremendo proceso obsesivo. En verdad, en esa época, me hallaba bajo una profunda depresión. Desde pequeña, sufrí altas y bajas, en materia de sentimiento, por no saber gobernar mi libertad… Después de noches horribles, en las cuales me sentía enloquecer, por falta de orientación y de fe, ingerí, casi inconscientemente, los elementos mortíferos que me expulsaron del cuerpo, en la suposición que tomaba una simple dosis de píldoras mensajeras del sueño…

- ¿Consiguió dormir en la gran transición?

- De ningún modo. Cuando mi administradora golpeó la puerta del cuarto, inquieta al ver la luz encendida, desperté de súbito de la somnolencia a la que me entregara, sintiéndome dos personas a un solo tiempo… Grité aterrorizada, sin saber, de pronto, identificarme, porque lograba moverme y hablar, al lado de aquella otra forma, la vestimenta carnal que yo despidiera… Infelizmente para mí, el aposento abrigaba algunos malhechores desencarnados que, más tarde, vine a saber, me dilapidaban las energías. Acompañé con indescriptible angustia, lo que siguió con mi cuerpo inerme; entre tanto, eso hace parte de un capítulo de mi sufrimiento que le pido permiso para no recordar…

- ¿Le será posible explicarnos por qué habrá experimentado esa agudeza de percepción, justamente en el instante en que la muerte, de manera común, trae anestesia y reposo?

-Efectivamente, no tuve la intención de huir de la existencia, pero, en el fondo, estaba inmersa en un suicidio indirecto. Malbarataba mis fuerzas en nombre del arte, me entregaba a excesos que arrasaron mis oportunidades de elevación espiritual… Últimamente, fui informada por amigos de aquí que no me fue posible descansar, después de la desencarnación, mientras no me desprendí de la influencia perniciosa de Espíritus vampirizadores a cuyos propósitos yo me adhiriera, por falta de discernimiento en cuanto a las leyes que rigen el equilibrio del alma.

- Comprendo que dispone ahora de valiosos conocimientos, en torno de la obsesión…

Sí, creo hoy que la obsesión entre las criaturas humanas, es un flagelo mucho peor que el cáncer. Pidamos a Dios que la ciencia en el mundo se decida a estudiar sus problemas y resolverlos…

La entrevistada mostraba señales de fatiga y, por los ojos de la enfermera que le sostenía la cabeza en el regazo amigo, percibí que no me cabía continuar.

- Miss Monroe – concluí – fue para mí un placer este encuentro en Hollywood. ¿Podemos, acaso, saber cuáles son, en la actualidad, sus planes para el futuro?

Ella emitió una nueva sonrisa, en que se mezclaban la tristeza y la esperanza, mantuvo silencio por algunos instantes y afirmó:

- En la condición de enferma, primero, quiero mejorarme… Enseguida, como alumna en la escuela de la vida, necesito repetir las lecciones y pruebas en que fallé… Por ahora no debo ni puedo tener otro objetivo que no sea reencarnar, luchar, sufrir y reaprender…

Pronuncié algunas frases cortas de agradecimiento y despedida y ella agitó la mano pequeñita en un gesto de adiós. Poco después, preparé estas notas, a manera de reportaje, a fin de pensar en las bendiciones del Espiritismo Evangélico y en la necesidad de su divulgación.

Del libro Vitrina de la Vida, Psicografiado por Chico Xavier

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