jueves, 24 de julio de 2014

Una aclaración sobre el Espiritismo.





   

    Has escuchado opiniones contradictorias referidas a las invocaciones en la doctrina Espírita.

    Adversarios gratuitos han pretendido insinuar que en nuestras reuniones imitamos a los magos y las sibilas de la antiguedad, con la intención de especular con sortilegios y filtros supuestamente milagrosos.

    Sin haber analizado nuestros principios, otros han llegado a creer que nos apoderamos de los recursos psíquicos para vulgares exhibiciones de hipnotismo, como si colocásemos a los intermediarios de la Nueva Revelación en la categoría de bribones y fantoches.

    Sin embargo, es imperioso tener en cuenta, que la institución del Espiritismo, resguarda sus raíces en las nacientes de Cristianismo, simple y claro, con precisas finalidades morales para el perfeccionamiento del alma, como expresión de aquel consolador que Jesús prometió a los tiempos nuevos.

    No admitas que podamos convertir las lecciones del Maestro en practicas y formulas cabalísticas. Las enseñanzas del Cristo, vibran con su pureza en nuestros postulados, con los amplios desarrollos que la Codificación Kardeciana les imprimió.

    En nuestras asambleas, dedicamos el debido aprecio a cada una de las creencias y confesiones.

    Respetamos a los hermanos Católicos, que, con una postura determinada, invocan la Presencia divina y la protección de los Espíritus santificados, en plegarias confiadas y cánticos de loor.

    Respetamos a los hermanos islamistas, que varias veces al día, invocan las bendiciones de Alá.

    Respetamos a los hermanos budistas, que mediante la liturgia que les es propicia, invocan la paz de Sakyamuni, el bienaventurado.

    Respetamos a los hermanos que siguen a Moisés, quienes en diversos preceptos, invocan el amparo del Señor Todopoderoso.

    También nosotros, cuando nos reunimos, invocamos la inspiración del Divino Maestro y el concurso de los instructores, que tienen su domicilio en la Vida Mayor, a fin de que podamos orar y estudiar la verdad, para aprender por qué oramos y por qué creemos, puesto que en la doctrina Espírita, sin la pompa del culto externo ni rituales de procedencia alguna, somos convocados a la fe capaz de afrentar a la razón cara a cara.

    En cuanto a la actitud religiosa que abrazamos, con las investigaciones científicas y las declaraciones filosóficas de nuestra Doctrina Liberadora, nadie puede olvidarse de que Allan Kardec puso en evidencia la necesidad de la alianza entre el razonamiento y el sentimiento de las jornadas del Espíritu, al dar comienzo a la obra monolítica de la Codificación, con una pregunta acerca de la esencia de Dios. 

Del libro Justicia Divina, psicografiado por Chico Xavier, dictado por el espíritu Emmanuel.