domingo, 13 de febrero de 2022

Responsabilidad sobre el suicidio

 


DECLINACIÓN

  Aquí va, mi amigo, la entrevista rápida que usted solicitó al viejo periodista desencarnado con una suicida común. Sabe usted, como yo, que no existen casos absolutamente iguales. Cada uno de nosotros es un mundo en sí. Para nuestro esclarecimiento, sin embargo, debo decirle que se trata de una joven señora que, hace precisamente catorce años, despidió el cuerpo físico, por deliberación propia, ingiriendo insecticida.

Algunos apuntes más, ya que no podemos transformar el doloroso asunto en una novela de gran porte: ella se envenenó en Río, a los treinta y dos años de edad, dejando esposo y un hijito en casa; no era persona de cultura excepcional, desde el punto de vista del cerebro, pero se caracterizaba, en la Tierra, por nobles cualidades morales; moza tímida, honesta, laboriosa, de instrucción regular y extremadamente devota por los deberes de esposa y madre.

Pasemos, entre tanto, sus once cuestiones y veamos las respuestas que ella nos dio y que transcribo, en su integridad:

   -¿La hermana poseía alguna fe religiosa, que le diese convicción en la vida después de la muerte?

-Seguía la fe religiosa, como acontece a mucha gente que acompaña a los otros en la manera de creer, en la misma situación con que se atiende a los caprichos de la moda. Para ser sincera, no admitía que fuera a encontrar la vida aquí, como la veo, tan llena de problemas o, tal vez, más llena de problemas que mi existencia en el mundo.

   -Cuando sobrevino la muerte del cuerpo, ¿quedó inconsciente o consciente?

-No conseguía siquiera mover un dedo, pero, por motivos que aún no sé explicar, permanecí completamente lúcida y por mucho tiempo.

   -¿Cuáles fueron sus primeras impresiones al comprobarse desencarnada?

-Al lado de terribles sufrimientos, un remordimiento indefinible tomó cuenta de mí. Oía los lamentos de mi esposo y de mi hijo pequeñito, en vano gritando también, suplicando socorro. Cuando la carro de los difuntos se llevó el cuerpo inmóvil, intenté quedar en casa pero no pude. Tenía la impresión de que yo yacía amarrada a mi propio cadáver por los nudos de una cuerda gruesa. Sentía en mí, en un fenómeno de repercusión que no sé definir; lanzada con él a un compartimiento del mortuorio, lloraba hasta enloquecer. Después de pocas horas noté que alguien me cargaba para la mesa de exámenes. Me vi súbitamente desnuda y temblé de pudor. Pero la vergüenza se fundió en el terror que pasé a experimentar al ver que dos hombres jóvenes me abrían el vientre sin ninguna ceremonia, a pesar del respetuoso silencio con que se entregaban a la pavorosa tarea. No sé qué me dolía más, si la dignidad femenina recortada anta mis ojos, o si el dolor indescriptible que me recorría la forma, en mi nuevo estado de ser, cuando los golpes del instrumento cortante me rasgaban la carne. Pero el martirio no quedó en ese punto, porque yo, que horas antes me encontraba en la comodidad de mi lecho doméstico, tuve que aguantar duchas de agua fría en las vísceras expuestas, como si yo fuera un animal de los que viera morir, cuando era pequeña, en el pueblo de mi padre… Entonces, clamé aún más por socorro, pero nadie me escuchaba, ni veía…

   -¿Recurrió a la oración en el sufrimiento?

-Sí, pero oraba, a la manera de los locos desesperados, sin ninguna noción de Dios…Me hallaba en franco delirio de angustia, atormentada por dolores físicos y morales… Además de eso, para salvar el cuerpo que yo misma destruyera, la oración era un recurso al que echaba mano, muy tarde.

   -¿Encontró parientes o amigos desencarnados, en sus primeras horas en el plano espiritual?

-Hoy sé que muchos de ellos procuraban auxiliarme, pero inútilmente, porque mi condición de suicida me ponía en plenitud de fuerzas físicas. Las energías del cuerpo abandonado como que me eran devueltas por él y me hallaba tan materializada en mi forma espiritual como en la forma terrestre. Me sentía completamente solitaria, desamparada…

   -¿Asistió a su propio entierro?

-Con el terror que mi amigo es capaz de imaginar.

   -¿No había Espíritus bienhechores en el cementerio?

-Sí, pero no podía verlos. Estaba mentalmente ciega de dolor. Me sentí bajo la tierra, siempre ligada al cuerpo, como alguien debatiéndose en un cuarto estrecho, lodoso y oscuro…

   -¿Qué aconteció enseguida?

-Hasta ahora, no consigo saber cuánto tiempo estuve en la celda del sepulcro, siguiendo, hora tras hora, la descomposición de mis restos… Hubo, sin embargo, un instante en que la cuerda magnética cedió y me vi liberada. Me puse de pie sobre la cueva. Me reconocía débil, hambrienta, sedienta, dilacerada…No había tomado posesión de mis propios raciocinios, cuando me vi cercada de una turba de hombres que, más tarde, vine a saber, eran crueles obsesores. Me dieron voz de prisión. Uno de ellos me notificó que el suicidio era una falta grave, que yo sería juzgada en corte de justicia y que no me restaba otra salida, sino acompañarlos al Tribunal. Obedecí y, poco después, fui encarcelada por ellos en tenebrosa urna, donde pude oír el llanto de muchas otras víctimas. Esos malhechores me guardaron en cautiverio y abusaron de mi condición de mujer, sin ninguna noción de respeto o misericordia… Solamente después de mucho tiempo de oración y arrepentimiento obtuve el auxilio de Espíritus misioneros, que me retiraron de la cárcel, después de enormes dificultades, a fin de internarme en un hospital de tratamiento.

   -¿Por qué razón decidió suicidarse?

-Celos de mi esposo, que había pasado a simpatizar con otra mujer.

   -¿Juzga que su actitud le trajo algún beneficio?

-Solamente complicaciones. Después de seis años de ausencia, herida por terribles nostalgias, obtuve permiso para visitar la residencia que yo juzgaba como siendo mi casa en Río. ¡Tremenda sorpresa!... En nada me adelantó el suplicio. Mi esposo, joven aún, necesitaba de compañía y escogiera para segunda esposa a una rival que yo abominaba… Él y mi hijo estaban bajo el cuidado de la mujer que me provocaba odio y rebeldía… Sufrí mucho en mi orgullo abatido. Me desesperé. Auxiliada pacientemente, con todo, por instructores cariñosos, adquirí nuevos principios de comprensión y conducta… Estoy ahora aprendiendo a convertir el odio en amor. Comencé a proceder así por devoción a mi hijo, a quien ansiaba extender las manos, y sólo poseía, en el hogar, las manos de ella, habilitadas para prestarme semejante favor… Poco a poco, noté sus cualidades nobles de carácter y de corazón y hoy la amo, de veras, como hermana de mi alma… Como puede observar, el suicidio me intensificó la lucha íntima y me impuso, de inmediato, duras obligaciones.

   -¿Qué aguarda para el futuro?

-Tengo hambre de olvido y de paz. Trabajo de buena voluntad en mi propio mejoramiento y cualquiera que sea la prueba que me espere, en las correcciones que merezco, ruego a la Compasión Divina me permita nacer en la Tierra, otra vez, cuando entonces espero retomar el punto de evolución en que me estacioné, para reparar las terribles consecuencias del error que cometí.

   -Aquí, mi querido, termina el curioso testimonio en que figuré en la posición de su secretario.

-Sinceramente, no sé por qué usted desea semejante entrevista con tanto empeño. Si es para curar una enferma ansiedad en una persona querida, inclinada a matarse, es posible que usted alcance el objetivo deseado. ¿Quién sabe? El amor tiene fuerza para convencer e instruir. Pero si usted supone que este mensaje puede servir de instrumento para alguna transformación en la sociedad terrena, sobre los fundamentos de la verdad espiritual, no estoy muy seguro en cuanto al éxito del intento. Digo esto, porque, si estuviese ahí, en mi cuerpo de carne, entre el pollo asado y el café caliente, y si alguien me trajese a leer la presente documentación, sin duda yo juzgaría que se tratara de una historia de brujería.

Del libro: Vitrina de la Vida, Psicografiado por Chico Xavier.

miércoles, 9 de febrero de 2022

Encuentro con Mereliny Monroe

 



ENCUENTRO EN HOLLYWOOD


Caminábamos, algunos amigos, admirando el paisaje de Wilshire Boulevard, en Hollywood, cuando hicimos parada ante la serenidad del Memoriam Park Cemetery, entre nuestro camino y los jardines de Glendon Avenue.

La hermosa mansión de los muertos mostraba una gran movilización de Espíritus liberados de la experiencia física, y entramos.

Todo, en el interior, era tranquilidad y alegría.

Los túmulos simples parecían monumentos erguidos a la paz, induciendo a la oración. Entre los árboles que la primavera pintara de verde, numerosas entidades iban y venían, muchas de ellas apoyadas unas en las otras a manera de convalecientes, sostenidas por enfermeros en el patio del hospital agradable y extenso.

En una esquina que se elevaba con el terreno, dos naranjos ornamentales cuidaban el acceso hacia el interior de la pequeña construcción que hospeda las cenizas de muchas personalidades que aportaron al Más Allá, con el aprecio del mundo. A un costado, leí la inscripción: “Marilyn Monroe” – 1926-1962.” Sorprendido, pregunté a Clinton, uno de los amigos que nos acompañaban:

-¿Están aquí los restos de Marilyn, la estrella del cine, cuya historia llegó hasta el conocimiento de nosotros mismos, los desencarnados, en el Mundo Espiritual?

-Sí – respondió él, y acentuó con expresión significativa: -no se detenga, sin embargo a examinarle la leyenda mortuoria… Ella está viva y usted puede encontrarla, aquí y ahora…

-¿Cómo?

El amigo indicó un frondoso olmo chino, cuyas ramas componen un refugio esmeraldino en el largo recinto, y habló:

-Es aquí que ella descansa, de seguro en visita reconformación y de reminiscencia…

A pocos pasos de nosotros, una joven desencarnada, pero aún evidentemente enferma, reposaba la cabellera rubia en el cuello de la simpática señora que la tutelaba. Marilyn Monroe, pues era ella, exhibía el rostro desfigurado y los ojos tristes. Informados de que nos sería lícito abordarla, para algunos momentos de conversación, nos aproximamos, respetuosos.

Clinton hizo la presentación y añadió:

-Soy un amigo de Brasil que desea oírla.

-¿Un brasileño buscándome, después de la muerte?

Sí, ¿y por qué no? – agregué – su experiencia personal interesa a millones de personas en el mundo entero…

Y el diálogo prosiguió:

-Una experiencia fracasada…

-¿Una lección tal vez?.

-¿En qué me podría ser útil?

-Su vida influyó en muchas vidas y estimaríamos recibir, aunque fuese un pequeño recado de su parte, para aquellos que la admiraron en las películas y que recuerdan en el mundo su presencia distinta…

-¿A quién agradaría acoger un grito de dolor?

-El dolor instruye…

-Fui mujer como tantas otras y no tuve tiempo ni disposición para reflexionar de filosofía.

-Pero hable aún así…

-Bien, diga entonces a las mujeres que no se ilusionen con respecto a la belleza y a la fortuna, la emancipación es un éxito…Eso da popularidad y la popularidad es un trapecio en el cual raras criaturas consiguen dar espectáculos de grandeza moral, incesantemente, en el circo de lo cotidiano.

-¿Admite, de ese modo, que la mujer debe permanecer en el hogar, de manera exclusiva?

-No tanto. El hogar es una institución que pertenece a la responsabilidad tanto de la mujer como del hombre. Quiero decir que la mujer luchó durante siglos para obtener la libertad… Ahora que la posee en las naciones progresistas, es necesario aprender a controlarla. La libertad es un bien que reclama sentido de administración, como acontece con el poder, con el dinero, con la inteligencia…

Pensé algunos momentos en la fama de aquella joven que se presentara en la Tierra, y de allí mismo, en Hollywood, y añadí:

-Miss Monroe, ¿Cuándo se refiere a la libertad de la mujer, usted quiere mencionar la libertad de sexo?

- Especialmente.

- ¿Por qué?

- Concurriendo sin ningún obstáculo al trabajo del hombre, la mujer, de manera general, se juzga con derecho a cualquier tipo de experiencia y, con eso, la mayoría de las veces, compromete las bases de la vida. Ahora que regresé a la Espiritualidad, comprendo que la reencarnación es una escuela con mucha dificultad de funcionar para el bien, toda vez que la mujer huye a la oportunidad de amar, en los hijos, la edificación moral a la que es llamada.

- ¿Desea decir que el sexo…

- Puede ser comparado a la puerta de la vida terrestre, canal de renacimiento y de renovación, capaz de ser guiado hacia la luz o hacia las tinieblas, conforme al rumbo que se le dé.

- ¿Le sería posible aclarar un poco más este asunto?

- No tengo expresiones para hablar sobre eso con la claridad necesaria: entre tanto, me propongo afirmar que el sexo es una especie de camino sublime para la manifestación del amor creativo, en el campo de las formas físicas y en la esfera de las obras espirituales, y, si no fuera respetado por una sensata administración de los valores de que se constituye, viene a ser naturalmente desordenado por las inteligencias animalizadas que aún se encuentran en los niveles más bajos de la evolución.

- Miss Monroe – consideré, encantado, oyendo sus conceptos -, debo asegurarle, no sin profunda estima hacia su persona, que el suicidio no le alteró la lucidez.

- La tesis del suicidio no es verdadera como fue comentada – acentuó ella sonriendo. – los vivos hablan acerca de los muertos lo que les viene a la cabeza, sin que los muertos le puedan dar la respuesta debida, ignorando que ellos mismos, los vivos, se encontrarán, más tarde, delante de ese mismo problema… La desencarnación me alcanzó a través de un tremendo proceso obsesivo. En verdad, en esa época, me hallaba bajo una profunda depresión. Desde pequeña, sufrí altas y bajas, en materia de sentimiento, por no saber gobernar mi libertad… Después de noches horribles, en las cuales me sentía enloquecer, por falta de orientación y de fe, ingerí, casi inconscientemente, los elementos mortíferos que me expulsaron del cuerpo, en la suposición que tomaba una simple dosis de píldoras mensajeras del sueño…

- ¿Consiguió dormir en la gran transición?

- De ningún modo. Cuando mi administradora golpeó la puerta del cuarto, inquieta al ver la luz encendida, desperté de súbito de la somnolencia a la que me entregara, sintiéndome dos personas a un solo tiempo… Grité aterrorizada, sin saber, de pronto, identificarme, porque lograba moverme y hablar, al lado de aquella otra forma, la vestimenta carnal que yo despidiera… Infelizmente para mí, el aposento abrigaba algunos malhechores desencarnados que, más tarde, vine a saber, me dilapidaban las energías. Acompañé con indescriptible angustia, lo que siguió con mi cuerpo inerme; entre tanto, eso hace parte de un capítulo de mi sufrimiento que le pido permiso para no recordar…

- ¿Le será posible explicarnos por qué habrá experimentado esa agudeza de percepción, justamente en el instante en que la muerte, de manera común, trae anestesia y reposo?

-Efectivamente, no tuve la intención de huir de la existencia, pero, en el fondo, estaba inmersa en un suicidio indirecto. Malbarataba mis fuerzas en nombre del arte, me entregaba a excesos que arrasaron mis oportunidades de elevación espiritual… Últimamente, fui informada por amigos de aquí que no me fue posible descansar, después de la desencarnación, mientras no me desprendí de la influencia perniciosa de Espíritus vampirizadores a cuyos propósitos yo me adhiriera, por falta de discernimiento en cuanto a las leyes que rigen el equilibrio del alma.

- Comprendo que dispone ahora de valiosos conocimientos, en torno de la obsesión…

Sí, creo hoy que la obsesión entre las criaturas humanas, es un flagelo mucho peor que el cáncer. Pidamos a Dios que la ciencia en el mundo se decida a estudiar sus problemas y resolverlos…

La entrevistada mostraba señales de fatiga y, por los ojos de la enfermera que le sostenía la cabeza en el regazo amigo, percibí que no me cabía continuar.

- Miss Monroe – concluí – fue para mí un placer este encuentro en Hollywood. ¿Podemos, acaso, saber cuáles son, en la actualidad, sus planes para el futuro?

Ella emitió una nueva sonrisa, en que se mezclaban la tristeza y la esperanza, mantuvo silencio por algunos instantes y afirmó:

- En la condición de enferma, primero, quiero mejorarme… Enseguida, como alumna en la escuela de la vida, necesito repetir las lecciones y pruebas en que fallé… Por ahora no debo ni puedo tener otro objetivo que no sea reencarnar, luchar, sufrir y reaprender…

Pronuncié algunas frases cortas de agradecimiento y despedida y ella agitó la mano pequeñita en un gesto de adiós. Poco después, preparé estas notas, a manera de reportaje, a fin de pensar en las bendiciones del Espiritismo Evangélico y en la necesidad de su divulgación.

Del libro Vitrina de la Vida, Psicografiado por Chico Xavier