-COMPROMISO NO CUMPLIDO
Doña Flausina, casi podría considerarse una mujer realizada y feliz: espirita consciente, participante de obras asistenciales, tres hijos íntegros y cariñosos, ocho nietos adorables, ideas lúcidas, salud razonable, situación financiera estable...
El único problema era la "cruz" que
cargaba en el hogar… su marido.
Existía, latente, una profunda falta de entendimiento entre
ellos, que explotaba numerosas veces, en fricciones y discusiones acaloradas
que, no era raro, descendían al nivel de la agresividad.
No es que fuese mala persona. Era un hombre hasta generoso,
buen padre, casero, sin vicios, pero de genio difícil, un tanto impertinente,
"cualidades que, para Doña Flausina, parecían aumentar en la medida en que
él envejecía.
Sólo el Espiritismo me da fuerzas para "aguantar" a
Gumersindo… Pensaba doña Faustina.
Proclamaba, enfática. - Quiero estar con él hasta el fin,
cumpliendo mi compromiso. ¡Entonces estaré libre! …¡juntos… nunca más!
*
Así fue hasta su desencarnación, después de 48 años de convivencia
difícil.
*
De vuelta a la Espiritualidad, ya integrada en la Vida Mayor,
Doña Flausina analizaba, con un generoso mentor, sus hechos en la vida física.
-Hija mía, -le decía, gentil- usted llevó una existencia
provechosa, fue inteligente madre de familia, batalladora en las lides
espiritas, servidora de la Caridad... Trae un bello bagaje de realizaciones...
Pero tiene un problema grave, un compromiso no cumplido… su
marido.
- ¿Cómo? -Interrogó la señora con extrañeza- ¿No fui fiel a
los deberes matrimoniales? ¡¿No soporté, estoicamente, durante medio siglo?!
-Ese es su problema: ¡usted lo soportó solamente! No
obstante, su compromiso era bien distinto. Debía armonizarse con él, superando
antiguas amarguras reminiscentes de una convivencia anterior. Adoptando la
postura de quien carga una pesada cruz, usted anuló cualquier posibilidad de
aproximarse a él, ayudándolo a superar sus idiosincrasias con la fuerza de la
amistad. Le faltó, hija mía, el ejercicio de la caridad que silencia, que
perdona, que no guarda resentimientos, que supera desavenencias. ¡Y él necesitaba
mucho de su comprensión! Es un alma perturbada y neurótica, no obstante sus
virtudes. Como usted en cierta manera contribuyó para que fuese así, en base a
las influencias negativas que ejerció sobre su Espíritu, en el pasado, no veo
otra solución para el problema sino una nueva unión entre ustedes, en una
existencia futura, repitiendo las lecciones del matrimonio, hasta que aprendan
a convivir pacíficamente.
Después del encantamiento del noviazgo, fatalmente surgen
dificultades de relación en la vida conyugal. Somos, en la Tierra, aprendices
Insipientes en el arte de convivir.
No obstante, aquellos que atraviesan el casamiento a
"regaña-dientes", como sometiéndose a una intolerable prisión, forzosamente
reencontrarán al cónyuge en nuevas experiencias matrimoniales, presos uno al
otro por grilletes de resentimiento, amargura, aversión.
Del libro: Cruzando la calle, de Richard Simonetti.