En materia de premios y castigos, definidos como cielo e infierno, supongamos a estar ante un padre amoroso pero justo que reparte su propiedad entre los hijos y con ellos se asocia abnegadamente, para que cada uno gane prestigio y crezca, de manera que disfruten de la totalidad de sus bienes.
El progenitor compasivo y recto, concede a los hijos, en régimen de gratuidad, los recursos de la finca divina:
la vestimenta para el cuerpo;
la energía vital;
la tierra fecunda;
el aire nutritivo;
el refugio del valle;
las aguas que circulan;
los estanques naturales;
la sumisión de los diferentes reinos de la naturaleza;
la organización familiar;
los fundamentos del hogar;
la protección de las leyes;
los tesoros de la escuela;
la luz del raciocinio;
la riqueza de los sentimientos;
los prodigios del afecto;
los valores de la experiencia;
la posibilidad de servir...
Los hijos reciben eso automáticamente, sin que se les reclame ningún esfuerzo, pues el padre solo les pide que se perfeccionen mediante el deber noblemente cumplido y que se consagren al bien de todos a través del trabajo, que habrá de valorizar su tiempo y sus vidas.
***
En esta metáfora, aunque simple, encontramos algunas noticias de la magnanimidad del Creador para con nosotros, sus criaturas.
Fácil resulta entonces percibir, que con tantos favores, concesiones, dádivas, facilidades y ventajas, entremezclados con bendiciones, beneficios suplementarios, auxilios, préstamos y moratorias, el cielo siempre comenzará en nosotros mismos y el infierno tiene el tamaño de la rebeldía de cada uno.
Del libro Justicia Divina, Psicografiado por Chico Xavier, dictado por el espíritu Emanuel
los estanques naturales;
la sumisión de los diferentes reinos de la naturaleza;
la organización familiar;
los fundamentos del hogar;
la protección de las leyes;
los tesoros de la escuela;
la luz del raciocinio;
la riqueza de los sentimientos;
los prodigios del afecto;
los valores de la experiencia;
la posibilidad de servir...
Los hijos reciben eso automáticamente, sin que se les reclame ningún esfuerzo, pues el padre solo les pide que se perfeccionen mediante el deber noblemente cumplido y que se consagren al bien de todos a través del trabajo, que habrá de valorizar su tiempo y sus vidas.
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En esta metáfora, aunque simple, encontramos algunas noticias de la magnanimidad del Creador para con nosotros, sus criaturas.
Fácil resulta entonces percibir, que con tantos favores, concesiones, dádivas, facilidades y ventajas, entremezclados con bendiciones, beneficios suplementarios, auxilios, préstamos y moratorias, el cielo siempre comenzará en nosotros mismos y el infierno tiene el tamaño de la rebeldía de cada uno.
Del libro Justicia Divina, Psicografiado por Chico Xavier, dictado por el espíritu Emanuel