viernes, 17 de diciembre de 2021

Obsesión disfrazada

 



La influencia espiritual sólo se concreta en virtud de la sintonía que se establece entre nosotros y los Espíritus

Conforme las enseñanzas espíritas, la influencia espiritual sobre nosotros puede ser buena o mala, oculta u ostensiva, fugaz o duradera, pero en toda y cualquier situación sólo se concreta en virtud de la sintonía que se establece entre nosotros y ellos.

En muchos de los pensamientos que tenemos, nos surgen a veces ideas diferentes e incluso contradictorias acerca del mismo asunto. Probablemente en esos momentos estemos siendo blanco de la influencia de los Espíritus, hecho que no todos percibimos, especialmente cuando ella se da de forma sutil y oculta, como se verificó en el conocido caso Custódio Saquarema, que Humberto de Campos (Espíritu) relató en su libro “Cartas y Crónicas”, psicografiado por el médium Francisco Cándido Xavier.

Custódio Saquarema fue en la Tierra un importante abogado y, conforme sus propias palabras, obtuvo mucha  consideración  y  ganó  mucho  dinero  en  la última existencia, volviendo, sin embargo, a la vida espiritual mucho más pobre  que cuando hubo partido, en el rumbo de la reencarnación. Él renació en un hogar espírita, pero, como sucede a la mayoría de los reencarnados, traía consigo, unidos a su clima psíquico, algunos socios de adicciones y extravagancias del pasado que, sin el vehículo de carne, se valían de él para vincularse a las sensaciones del plan terrestre.

Su programa reencarnatorio era excelente, pero sus vampirizadores, astutos e inteligentes, actuaban solapadamente, sin que él, ni de lejos, les presintiera la influencia. Y lo hacían a través de simples consideraciones íntimas. Tan inmediatamente se vio salido de la adolescencia, con buena dosis de razonamientos lógicos en la cabeza, los instructores amigos le exhortaron, por medio de sus padres, a cultivar el reino del espíritu, refiriéndose con eso al estudio, abnegación, perfeccionamiento, pero dentro de él las voces de sus acompañantes surgían de la mente, hilos del agua fluyendo de fuentes, dándole la falsa idea de que hablaba consigo mismo: "¿Cosas del alma, Custódio? Nada de eso. Tú hora eres joven, alegría, sol... Deja la filosofía para después..."

El caso Custódio Saquarema es una prueba de que la influencia puede ser sutil y disfrazada.

Esas consideraciones se repitieron a lo largo de la existencia, cambiando apenas de forma. Al concluir la facultad, las advertencias del hogar se hicieron más altas, llamándolo al deber; sin embargo, sus seguidores invisibles replicaban con la mofa inarticulada: "¿Ahora? ¡¡No es el momento oportuno!!. ¿De qué manera armonizar la carrera iniciada con asuntos de religión? ¡Custódio, Custódio!... ¡Observa el criterio de las mayorías, no te desequilibres!..."

Años después, Custódio se casó y, enseguida, los llamados a la espiritualización recrudecieron. Sus bellacos explotadores, con todo, comentaron, vivaces: "¡No cedas, Custódio! ¿Y las responsabilidades de familia? Es preciso trabajar, ganar dinero, obtener posición, cuidar de tú mujer e hijos..."

Cuando en la edad madura, él aún recibía los avisos de los buenos Espíritus, por intermedio de compañeros dedicados, llamándolo a la elevación moral por la ejecución de los compromisos asumidos; más en la casa mental se elevaban los argumentos de sus obsesores inflexibles: "Custódio, tú tienes más quehaceres... ¿Cómo disminuir los negocios? ¿Y la vida social? Piensa en la vida social... Tú no estás preparado para la siembra de la fe..."

Llegaron, por fin, la vejez y la enfermedad. Custódio pasó entonces, a sufrir y a desencantarse y las últimas invitaciones de la Espiritualidad Mayor, aún insistían a que se consagrara a las cosas sagradas del alma, mientras que los gritos de sus antiguos vampirizadores se elevaban, irónicos, soplándole sarcasmo, como si fuera él mismo  ridiculizándose: "¡¿Tú, viejo Custódio?! ¿Que vas a hacer tú con el Espiritismo? Es demasiado tarde... Profesión de fe, mensajes de otro mundo... ¿Qué se dirá de ti? Tus mejores amigos hablarán de locura, senilidad... No tengas duda... Tus propios hijos te lo impedirán, como siendo un enfermo mental, inepto para la dirección de cualquier interés económico... Tú no estás en el tiempo de eso..."

Nótese, conforme el propio Custódio Saquarema observó, que sus perseguidores no le maltrataron el cuerpo, ni le perturbaron la mente. Alentaron sólo su comodismo y, con eso, le impidieron cualquier paso renovador. Él fue víctima, a lo largo de la existencia, de una especie de obsesión disfrazada.

viernes, 4 de junio de 2021

Tocó el manto de Jesús

 


Flujos de Sangre

Encontraremos en Levítico 15: 19 - 30 lo siguiente...

Cuando la mujer tuviere flujo de sangre, y su flujo fuere en su carne, siete días estará apartada; y cualquiera que la tocare, será inmundo hasta la tarde. Y todo aquello sobre que ella se acostare mientras su separación, será inmundo; y todo aquello sobre que se sentare, será inmundo. Y cualquiera que tocare su cama, lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la tarde. También cualquiera que tocare cualquier mueble sobre que ella se hubiere sentado, lavará sus vestidos; se lavará luego a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la tarde. Y si alguna cosa estuviere sobre la cama, o sobre la silla en que ella se hubiere sentado, el que lo tocare será inmundo hasta la tarde. Y si alguno durmiere con ella, y la inmundicia de ella fuere sobre él, será inmundo por siete días; y toda cama sobre que durmiere, será inmunda. Y la mujer, cuando manare el flujo de su sangre por muchos días fuera del tiempo de su costumbre, o cuando tuviere flujo de sangre más de su costumbre; todo el tiempo del flujo de su inmundicia, será inmunda como en los días de su costumbre.

Cualquiera que tocare en esas cosas será inmundo; y lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la tarde. Y cuando fuere limpia de su flujo, se ha de contar siete días, y después será limpia. ...(sigue)


   Según las prescripciones del Viejo Testamento, el periodo menstrual volvía impura a la mujer. Era como si hubiese cometido el pecado de contrariar a la Naturaleza, frustrando su empeño en perpetuar la especie. Y transmitía impureza a personas, muebles, ropas y objetos con los cuales tuviese contacto.

Eran días penosos, marcado por cuidados extremos, a fin de evitar contaminaciones. Eso le imponía cierta soledad.

Se distanciaba de las personas en el propio hogar, evitando efusiones afectivas, como acariciar a un hijo. Si el periodo era difícil, imaginemos la mujer que, en virtud de un problema ginecológico, experimentase un flujo semejante a la interminable menstruación.

Hoy sabemos que se trata de una pequeña hemorragia, generada por variados males, como un tumor, disturbio hormonal, infección renitente…

En la antigüedad era precarios los recursos médicos. La paciente quedaba, no es raro, largos periodos situada como impura, en una posición humillante.

Uno de los más bellos episodios evangélicos envuelve esa situación. Significativo el título:

“La hemorroísa”.

Hablan los evangelistas de cierta mujer que desde hacía doce años permanecía catamenial, es decir, menstruada.

Marcos afirma que sufrió mucho; consumió tratamientos variados todo lo que tenía, sin mejorar. Por el contrario – estaba cada vez peor.

Imaginemos su sufrimiento. Ninguna mujer encuentra agradable el flujo menstrual, acompañado, casi siempre, de tensión, cólicos, dolores, irritación, depresión, angustia…Y como si la Naturaleza le cobrase el hecho de no haber concebido.

¡Imaginemos a quien se sintiese menstruada desde hace doce años!

Consideremos, para efecto de narrativa, que la hemorroísa era la legendaria Verónica.

Oyó hablar de Jesús, conocía los prodigios que realizaba. Tenía absoluta certeza de que el bondadoso Rabí resolvería su problema. Al final, parar el flujo menstrual era mucho más fácil que dar visión a los ciegos, dar movimiento a los paralíticos, audición a los sordos…

Había un problema:

¿Cómo acercarse a Jesús y dirigirle la palabra, siendo impura? Le parecía impertinencia, una osadía…

Inmenso el peso de los preconceptos que oprimían a la mujer en aquellos tiempos lejanos.

Indecisa en principio, Verónica se animó con un ejercicio de lógica cristalina: No hacía falta hablar con Jesús.

El poder que estaba en sus manos y en su voz impregnaba también sus ropas.

¡Bastaría tocar en una punta de su túnica y seria curada! Así, esperó ansiosa, la bendecida oportunidad.

Cuando el Maestro pasó por las inmediaciones, en Cafarnaúm, regresando de Gerasa, fue a su encuentro. La multitud lo rodeaba.

Venciendo la timidez, con infinito cuidado para no contaminar a nadie con su impureza, Verónica, se aproximó a Jesús, que caminaba delante de ella.

¡Fue tomada de inexplicable emoción!

¡Finalmente llegó el momento tan esperado!

¡Estaba cerca del Mesías!

Sin vacilar, extendió sus temblorosas manos y tocó sus ropas…

Si viviese en nuestro tiempo, diría haber experimentado un suave choque eléctrico, un hormigueo extendiéndose en su cuerpo. Sintió, instantáneamente, que el flujo sanguíneo cesaba.

¡Alcanzó la gracia soñada! Podemos imaginar su alegría.

- ¿Quién me tocó? - preguntó Jesús.

Evidentemente sabia quien lo hizo. Solamente deseaba destacar aquella gloriosa manifestación de fe.

Simón Pedro, respondió:

- Maestro, la multitud nos comprime. Hay mucha gente a nuestro alrededor. ¿Cómo vamos a saber quién te tocó?

Jesús insistió:

- Alguien me tocó. Percibí que salió de mi un poder.

¡¡¡Verónica tembló!!!

Los doce años de impureza hicieron de ella una mujer solitaria, tímida, temerosa de contacto con las personas. Pero, convocada al testimonio, en aquel glorioso momento que habría de marcar para siempre su trayectoria... no vaciló.

Se arrodilló delante de Jesús y le relató sus dolorosas experiencias, el mal que la atormentaba desde hacía doce años y porque tocó sus ropas.

¡Suprema felicidad! ¡estaba curada!

Jesús levantó a Verónica y, abrazándola cariñosamente, le dijo:

- ¡Hija, tu fe te salvó! Ve en paz y queda libre de tu mal.

Un prodigio extraordinario más era realizado por el misionero divino. Nuevamente quedaba demostrado:

La fe era la base fundamental para que las personas recibiesen sus bendiciones.

¿La cura es el premio para la fe?

¿Jesús rechaza a ayudar a los que no creen en Él? ¡Ciertamente, no!

Inaceptable tal comportamiento por parte de alguien que vino para acabar con discriminaciones y preconceptos.

El Maestro nos ayuda a todos. Incluso los incrédulos pertenecen al inmenso rebaño humano, conducidos por el celeste pastor. Pero hay una condición establecida por las leyes divinas para el atendimiento de nuestras suplicas:

La sintonía vibratoria.

Semejante a Verónica, no es necesario exponer resentimientos y deseos, ni anunciar problemas y enfermedades. Basta tener fe, la certeza plena de que seremos agraciados.

Imaginémonos extendiendo las manos a Jesús, como Verónica…

¡Sentiremos el poder que fluye, emanado de la espiritualidad, haciendo cesar el flujo de nuestros dolores!


Extraído del libro: Tu fe te salvó, de Richard Simonetti

La confianza y sintonía con Jesús, es la solución a nuestro diario vivir.

(Está un poco recortado, por no hacerlo tan extenso)

domingo, 11 de abril de 2021

Maria de Magdala

 



MAGDALENA

 

La primera visita de Jesús, en la resurrección, es uno de los hechos mas significativos del Evangelio que invita a la meditación profunda y esmerada.

¿Qué importantes razones movieron al Divino Maestro a dejar de lado a tantas figuras más próximas a su vida para resurgir ante los ojos de Magdalena en primer lugar?

No obstante, el gesto de Jesús es profundamente simbólico, en su esencia divina.

Entre los personajes de la Buena Nueva, nadie se violentó tanto a sí mismo para seguir al Salvador, como la inolvidable obsesa de Magdala.

Ni siquiera Pablo de Tarso haría tanto, mas tarde, porque la conciencia del apóstol de los gentiles se apasionaba por la Ley, pero no por los vicios. Pero Magdalena había conocido el fondo amargo de los hábitos difíciles de ser extirpados, había sucumbido al contacto con entidades perversas, permanencia “muerta” en las sensaciones que operan la parálisis del alma. Pero, bastó el encuentro con el Cristo para abandonarlo todo y seguir sus pasos, fiel hasta el fin, en los actos de negación de si misma y en la firme resolución de tomar la cruz que le competía en el calvario redentor de su angustiosa existencia.

Es comprensible que muchos estudiantes investiguen la razón por la cual no se apareció el Maestro, en primer lugar, a Pedro o a Juan, a su Madre o a los amigos. Sin embargo, es igualmente razonable reconocer que, con su gesto inolvidable, Jesús ratificó la lección de que su doctrina será, para todos los aprendices y seguidores, el código de las vidas transformadas para la gloria del bien. Y nadie había transformado la suya, a la luz del Evangelio redentor, como Maria de Magdala.

 

Del libro: Camino, Verdad y Vida, psicografiado por Francisco Cándido Xavier, dictado por el Espíritu Emmanuel.