domingo, 4 de agosto de 2019

Un tesoro escondido

Nos referimos a una leyenda oriental...

     En la cual una una joven señora, caminando con el hijito en los brazos, pasó por delante de una extraña gruta, desde donde una voz agradable y seductora la llamó, invitándola a entrar y apropiarse de los tesoros allí existentes, bellos y raros, como los ojos humanos jamas vieron antes. Sintiéndose aturdida, fue dominada por la curiosidad, por el hecho de oír la desconocida voz y por la fascinante propuesta. Como nuevamente escuchase la invitación para tornarse muy rica, oyó con nitidez que la voz le decía que todo lo que podría recoger antes de salir, pasaría a pertenecerle, empero, en el momento en que se apartase de la caverna, una pesada puerta descendería y no se abriría jamás. que tuviese, pues, cuidado por cuanto estaba delante de un hecho de felicidad nada común, y no podría volver al lugar después que la puerta fuese cerrada.

     La afortunada mujer miró a su alrededor, y como no viese a nadie, imaginó que no tendría nada que perder si entraba, lo que izo de inmediato, quedando deslumbrada al contemplar joyas de peregrina belleza, gemas preciosas, collares relucientes, recipientes de ébano y alabastro, estatuas de incomparable perfección cubiertas de lapislázuli, esmeraldas, diamantes, rubíes, perlas.

     No había retornado a la realidad, cuando oyó a la voz repetir:

   - Retira lo que quisieres para llevar, pero ten prudencia, porque después de salir la puerta descenderá y lo que quede atrás, nunca mas será recuperado.

     Dominada por la idea de la inmensa ganancia, comenzó a recoger las piezas que le parecían mas valiosas y porque desease reunir la mayor cantidad, colocó al hijito que tenia en los brazos en un lugar confortable en el suelo, y continuó colocándose en la falda recogida y convertida en depósito, todo cuanto podía cargar.

     Cuando creyó estar con un fardo infinitamente valioso, salió apresuradamente y vio descender la pesada puerta.

     Respiró aliviada y sonrió.

     Se encontraba radiante de felicidad, cuando, súbditamente, recordó que habida dejado al hijito en la caverna...

   - Y la madre, ¿como quedó?

   - ¡Desesperada! Ahora que tenia todo cuanto había anhelado, perdió, olvidando en la gruta, su mayor tesoro.

     Así actuamos en nuestro día a día. Poseemos lo mas importante para la felicidad, y no obstante, continuamos en la caverna de las ambiciones, procurando fantasías y brillos secundarios, perdiendo el tesoro de la paz, sin la cual caemos en el foso de la desesperación sin remedio.


Del libro...: Tormentos de la obsesión
Por Divaldo Franco / Manoel Philomeno de Miranda, Espíritu

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