domingo, 16 de noviembre de 2014

Carta de Feto a su Madre





Querida madre,

   No tengo palabras para expresarte la ansiedad y la impaciencia con que me precipité sobre aquel pequeñito globo de luz que me ofreciste como simiente bendita, adhiriendo-me a él como un náufrago se agarra a la tabla salvadora.

   Después, me tranquilicé. Al final, ya era señor de un gránulo microscópico, un pequeño terrón de azúcar, repleto de energía. Todito mio! Me sentí importante, recibí de ti y de mi padre una herencia de valor inestimable. Vino, entonces, aquella sensación agradable de potencia, de que yo era capaz de vencer, a pesar de todas las angustias que traía por dentro.

   Me deslicé, después, por un largo tubo, como si estuviese en un tobogán, rodé, rodé y caí en una caverna oscura, pero, gracioso! no tuve miedo. Su interior era acogedor, con jugos nutritivos, pozos llenos de líquidos cálidos y el suelo de felpa.

   Todos los mecanismos de mi herencia trabajaban a pleno vapor. Yo ya tenia el tamaño de una cabeza de alfiler . Íntimamente, sabia que alguna cosa no funcionaba bien, pero yo tenia fe, acreditaba que aquella angustia que traía por dentro, un día terminaría.

   Como el barro en los moldes de alfarero, plasmaba mi cuerpo en las retortas de esta caverna. Me desarrollé. Crecí, obedeciendo a un programa inexplicable.

   Un día, mostraron mi imagen para ti, aconsejándote expulsarme, porque estaba mal formado, traía imperfecciones. "Era un monstruo". Fue una tempestad dentro de la caverna, donde me abrigo. Tus lagrimas eran lluvias torrenciales. Tus pensamientos, rayos fulminantes de luminosidad terrible extendiéndose en el ambiente oscuro...: "¿Porque Dios me olvidó? ¿Porqué me castigó? ¿Por qué recibo en mi vientre un fruto deteriorado? ¿De que me culpan?"

   Recogí todos tus pensamientos y todas tus angustias. Y desesperado, del fondo  de mi conciencia respondí:

   ¡¡"Mamá, Dios no te olvidó, Él te escogió!! Las madres de hijos normales son misioneras del amor, pero las madres de hijos deficientes son ángeles de los cielos colocadas en la Tierra.

  ¡¡ Soy un fruto deteriorado, mamá, pero estoy deficiente, no soy deficiente!!

   Momentáneamente, mi forma está defectuosa, pero, en el fondo de mi inconsciente, yo no soy así.

   ¡No te culpes, madre! ¡No te culpes por mi presentación!¡ Cuando te muestren, nuevamente, mi retrato en la caverna, ten piedad de mi pobre forma y dame la oportunidad de vivir lo que me fue designado!.

   Necesito de ti, de tu ternura, de tu renuncia. Llevaras contigo para siempre mi gratitud.

   Soy viajero del infinito, mi tiempo está determinado por Dios.

   Recogiste mis respuestas de forma imprecisa.

   Ya son altas horas de la noche, en el momento en que un computador invisible me ayuda a escribirte mis pensamientos.

   Mañana deberías internarme para retirarme a la fuerza de la caverna. Estaba todo marcado.

   Acabas sin embargo de leer un periódico, en que viste la mano pequeñita de un feto cogiendo el dedo del cirujano que lo estaba operando en el vientre materno, para salvarlo de la muerte. En este momento, fue como si recibieses, de forma clara, de una sola vez, todos mis pedidos de socorro. Decidiste que yo continuaría viviendo el tiempo que me fue determinado.

   ¡¡Ah!! madre, no puedes oír, perfectamente mi llanto de alegría, pero registra mis pensamientos inarticulados:

   ¡Gracias, madre!¡¡ Eres el ángel del Cielo que me arranca de las tinieblas para la luz!!

   ¡Un día, después de mi muerte, cuando las estrellas vuelvan a brillar en mi Cielo nuevamente, nosotros volveremos a encontrarnos. Nos abrazaremos, sonriendo y llorando de felicidad, porque mi forma estará tan bella como la luz del resplandor de la luna!

   ¡¡Hasta siempre, ángel de mi vida!!

   Besos del hijo agradecido, que no la olvida.

                                                    Del libro...: El Clamor de la Vida, por Marlene Nobre

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