sábado, 26 de octubre de 2024

Conversando dos bebés

 




En el vientre de una madre había dos bebés, uno le pregunta al otro. ¿crees en la vida después del parto?

El otro le responde, ¡por supuesto, tiene que haber algo después del parto! tal vez estamos aquí preparándonos para lo que vendrá después.

¡Tonterías! dijo el primero, ¿qué clase de vida sería esa?

El segundo respondió: no lo sé, pero me imagino que habrá más luz que aquí, tal vez podamos caminar con nuestras propias piernas y comer con nuestras bocas, tal vez tendremos otros sentidos que no podemos entender ahora.

El primer dijo: eso es absurdo, el cordón umbilical nos proporciona nutrición y todo lo que necesitamos, el cordón umbilical es muy corto, así que la vida después del parto, no es posible, así que está fuera de discusión.

El segundo insistió: bueno, yo pienso que sí hay algo y que tal vez sea diferente a todo lo que es aquí, quizás ya no necesitemos este tubo físico.

El primero respondió: ¡tonterías! si realmente hay vida después del parto, entonces ¡¿por qué nadie ha vuelto de allí?!

Pues… no lo sé, dijo el segundo, pero seguramente encontraremos a mamá y ella nos cuidará.

El primero respondió: ¡¡mamá!! ¡¿realmente crece en mama?!  Eso si que es ridículo, si mamá existiera, entonces ¿dónde está ahora?

El segundo dijo, ella está a nuestro alrededor, estamos rodeados por ella, somos de ella, vivimos en ella, sin ella, donde tú y yo estamos, no podríamos existir.

El primero dijo: bueno, yo no puedo verla, así que lo lógico es que no exista.

El segundo dijo, a veces, cuando estás en silencio si te concentras, podrás sentir su presencia y si realmente escuchas, podrás escuchar su amorosa voz.

Esta es la marera que un escritor húngaro eligió para explicar la existencia de

Dios.


sábado, 24 de febrero de 2024

Biografía de Maria de Magdala


 

                         María de Magdala


A los 17 años, hermosa y atractiva, dueña de gran fortuna, criada y educada distante de la religión y de las costumbres hebreas, María pasó a vivir en una de las propiedades heredadas de sus padres, en la aldea de Magdala. Así, ella llegó y adquirió fama, añadiendo a su nombre Magdala.
La casa en que vivía era buscada por patricios romanos, ricos negociantes, señores de tierras que le depositaban monedas de oro, joyas y perfumes, sin embargo ella no era feliz. En cierta ocasión, María de Magdala oyó hablar sobre el Rabí que andaba por los caminos de Galilea y de Judea, divulgando la Buena Nueva; sentía la esperanza de renacer y una noche, después de mucho pensar, fue a Cafarnaúm a oír las predicaciones del Evangelio del Reino, no lejos de la villa principesca donde vivía entregada a los placeres, llenándose de admiración profunda por el Mesías. 

¿Qué nuevo amor era aquel predicado a los pescadores sencillos por labios tan divinos?

Hasta ese momento ella caminó sobre las rosas rojas del deseo, embriagándose con el vino de condenables alegrías, sin embargo su corazón estaba secuestrado y en desaliento. Joven y hermosa, emanciparse de los prejuicios férreos de su raza y su belleza le esclavizó a los caprichos de mujer los más ardientes admiradores, pero su espíritu tenía hambre de amor.


Envuelta por pensamientos profundos, María buscó al Maestro en la humilde casa de Simón Pedro. ¿Cómo el Señor la recibiría? Sus compatriotas nunca le habían perdonado el abandono del hogar y la vida de aventuras. Pero Jesús parecía esperarla, tal la bondad con que la recibió con una gran sonrisa. 

La recién llegada se sentó con indefinible emoción sofocándole el pecho, llorando a los pies de Jesús, mojándolos con sus lágrimas, enjugándolos con sus cabellos, besando y ungiendo con perfume, diciendo: "Señor, oí tu charla consoladora y vengo a vuestro encuentro. Tienes la clarividencia del cielo y puedes adivinar cómo he vivido. Yo soy hija del pecado y todos me condenan, pero Maestro, observad cómo tengo sed del verdadero amor. Mi existencia, como todos los placeres, ha sido estéril y amargada. (...) Oí vuestra amorosa invitación al Evangelio. "Deseaba ser de vuestras ovejas, pero ¿será que Dios me aceptaría?" 

Jesús entendiendo la profundidad de los pensamientos de Magdalena, respondió: "¡María, levanta los ojos al cielo y regocíjate en el camino porque has escuchado la Buena Nueva del Reino y Dios te bendice las alegrías! ¿Acaso podrías pensar que alguien en el mundo estaría condenado al pecado eterno? (...) Ve, María (...) sacrificate y ama siempre. Lejos es el camino, difícil la jornada, estrecha la puerta; pero la fe quita los obstáculos (...) nada temas. "(Lucas, 7: 48)


La pecadora de Magdala escuchaba al Maestro absorbiéndole las palabras. El hombre había hablado así a su alma incomprendida. Los más livianos le pervertieron las buenas inclinaciones, los aparentemente virtuosos la despreciaban sin piedad. Sin embargo, el profeta Nazareno había plantado en su alma nuevos pensamientos. Después que le oyó la palabra, percibió que las facilidades de la vida traían a ella ahora un tédio mortal, al espíritu sensible. Maria de Magdala lloró largamente, aunque no comprendía, aún, lo que alegaba al Profeta desconocido, sin embargo Su invitación amorosa parecía resonar en las fibras más sensibles de mujer.


Descubrir el lirio en el pantano y la estrella más allá de la tormenta, constituye un desafío para quien se postula al crecimiento interior. De esta manera, surgen enredos peligrosos que complican la marcha y dificultan la ascensión. Fue así, con profundo amor y cariño que el divino Maestro mostró a María y a todos aquellos que desean sinceramente levantarse del polvo de sus ruinas morales, el camino a seguir.
Volvamos a Magdalena después del encuentro con el Mesías. Corrió rápidamente la noticia, en Magdala, sobre la conversión de la pecadora que para todos era la mujer perdida, que tendría que encontrar la lapidación en la plaza pública. Sin embargo, decidida, distribuyó todo lo que poseía y con lo estrictamente necesario, inició un nuevo camino. 

La vida renovada de Magdalena comienza a partir de ahí, representando el ejemplo de aquellos que cometen equívocos en su marcha evolutiva, pero, al toque del amor de Cristo, logran reajustarse ante la Ley de Dios, volviéndose definitivamente al bien.


María Magdalena es descrita en el Nuevo Testamento como una de las discípulas más dedicadas de Jesús; un ejemplo de superación, logró purificarse de todos sus engaños, que no eran pocos, entendiendo y viviendo el significado de las enseñanzas del Maestro, transformando por completo su vida, dedicándose a la total renovación de su comportamiento por la práctica del amor al prójimo.

 Se juntó, así, a los que seguían al Mesías, sin embargo, percibía que no confiaban en su transformación, pues no sabían y no entendían, aún, las tentaciones por las que ella intentaba sublimar.


A través de la historia de María de Magdala y su trayectoria, podremos comprender la necesidad de amparar al hermano que piensa en ser útil y no consigue en el momento, en vez de hostilizarlo, combatirlo, sembrar espinas por donde pasa y llevarlo al juicio público.


Madalena acompañó a Jesús en todos los instantes, hasta el momento del Gólgota, permaneciendo al pie de la cruz, junto a María, madre del Maestro y del discípulo Juan. Al tercer día después de la crucifixión, caminó hasta la tumba con Juana de Cusa y otras mujeres, encontrando la piedra del sepulcro removida. El recuerdo de dolor le oprimió el pecho, cuando oyó su voz, llamándola. El Nazareno estaba allí, vivo. Fue así, a anunciar a los discípulos el mensaje de la resurrección, noticia que extendió inmenso gozo entre todos ellos.
Los días que siguieron fueron de nostalgia y recuerdos; deseó seguir con los nuevos diseminadores de la Buena Nueva, pero experimentó la soledad y el abandono, pero comprendió, y recordando al Maestro  se resignó. Para frenar la inmensa nostalgia del Mesías, pasó a caminar por las playas. Humilde y sola, se sometió a muchos sacrificios, trabajando mucho para su propia supervivencia, rechazando las propuestas de vida material más tranquila que podrían entorpecerle el espíritu ya despierto para las claridades del amor verdadero. Este amor se multiplicaba en la proporción que ella lo dividía con los tristes y enfermos de la jornada; su alegría renacía en las sonrisas de los viejos, jóvenes y niños, atendidos con cariño.

Vinieron de Idumea, cansados y tristes, un grupo de leprosos buscando socorro de la curación, preguntando por Jesús, sin embargo, veían todas las puertas cerradas, las autoridades locales ordenaron la expulsión inmediata de esos hermanos. Ante este hecho, Madalena camina con ellos a Jerusalén, pasando a vivir en el valle de los leprosos. De allí en adelante todas las tardes, la mensajera del Evangelio reunía la turba de sus nuevos amigos y hablaba sobre las enseñanzas de Jesús. Las caras ulceradas se llenaban de alegría buscando una nueva luz. Los agonizantes se arrastraban junto a ella y le besaban la túnica, y así la hija de Magdala recordaba el amor del Maestro y los tomaba en sus brazos fraternos y cariñosos, llevando a los compañeros de dolor, una migaja de esperanza, diciéndoles: "¡Jesús desea intensamente que nos amemos unos a otros y que participemos de sus divinas esperanzas, en la más extrema lealtad a Dios!”


En breve tiempo, su piel presentaba también manchas violáceas de la lepra. Fue, junto a ellos, los leprosos, que María constituyó su familia terrena, recordando a Jesús diariamente, manteniendo encendida la fe en aquellos corazones, ejemplificándose como fiel servidora del Cristo, sometiéndose a todo tipo de infortunio, sin jamás desfallecer o, quejarse. 

En la fortaleza de su fe, la ex-pecadora abandonó el valle a través de los caminos ásperos. Fue una peregrinación difícil y angustiosa a Efeso, sufriendo humillaciones y recurriendo a la caridad, sin embargo, se alegró de reconocer que su espíritu no tenía motivos para lamentaciones, pues Jesús la esperaba.
La muerte del cuerpo la alcanzó en un momento en que la enfermedad se extendía por todo su organismo. Experimentaba una sensación de alivio, cuando vio a Jesús acercarse más bello que nunca. Su mirada tenía el reflejo del cielo y el semblante traía un júbilo indefinible. El maestro le extendió las manos y ella se bajó, exclamando: "¡Señor! (...) Jesús la recogió suavemente en los brazos y murmuró: "¡María, ya pasaste la puerta estrecha! ¡Amaste mucho! ¡Ven! ¡Yo te espero aquí! "(Juan, 20: 16)


Su espíritu alcanzó la gloria y la felicidad verdadera. Entendiéndolo como pocos y, por esta razón el Mesías apareció primero a ella tras su vuelta en Espíritu, a decir al mundo la real importancia del sentimiento de amor en el trato con la vida.
Ella aparece en el Evangelio como resplandeciente figura femenina a quien todos reverenciamos. Por lo tanto, renuevo, meditando en la sabia reflexión del espíritu Emmanuel, a través del tierno médium Francisco C. Xavier, en el libro Fuente Viva, capítulo 87: "Acuérdate de que no eres tú quien espera por la Divina luz. Es la Divina luz, fuerza del cielo a tu lado, que permanece esperando por ti.

Bibliografia:

FRANCO, P. Divaldo – Las Primícias del Reino– dictado por el espíritu Amelia Rodrigues – 2ª edición – Rio de Janeiro/RJ/ Editora Sabiduría – 1967 – La Renacida de Magdala.
XAVIER, C. Francisco – Boa Nova – ditado pelo espírito Humbertode Campos
 

domingo, 1 de enero de 2023

Nacimiento especial de Jesús

 


NACIMIENTO ESPECIAL


                 Todos los años los cristianos conmemoran la Navidad en el día 24 para el 25 de diciembre. La historia nos cuenta que Jesús, nuestro Maestro, en verdad no nació en ese día y apunta algunas fechas probables, especificando el día, el mes y el año.

        Por fin, ¿cuándo realmente habrá nacido Jesús? ¿Y dónde? ¿En Nazareth o en Belén? 

        Si preguntáramos a Francisco de Asís lo que él sabe acerca del nacimiento de Jesús, él nos contestaría: 

        Jesús nació el día que, en la plaza de Asís, entregué mi bolso, mis ropas e incluso mi nombre para seguirlo, pues sabía que Él es la fuente inagotable del amor.

        Si indagáramos al Apóstol Pedro de cuándo se dio el nacimiento de Jesús, él nos respondería:

        Jesús nació en el patio del palacio de Caifás, en la noche que el gallo cantó por tercera vez, en el momento que yo negaba otra vez a mi Maestro.

        Fue en ese instante que mi conciencia se despertó para la vida verdadera.

        Si cuestionáramos a Juana de Cusa acerca de dónde y cuándo nació Jesús, ella nos diría:

        Jesús nació en el día que, atada al poste del Circo en Roma, escuché al pueblo gritar:

        “¡Niega! ¡Niega! ¡Renuncia a Él!”

        Y el soldado, con la antorcha encendida, diciendo:

        “¿Ese tu Cristo, te enseñó únicamente a morir?”

        En el instante que sentí el fuego subir por mi cuerpo, pude con certeza y sinceridad responder:

        No me enseñó solamente eso... ¡Él también me enseñó a amarte!

        Fue entonces que Jesús nació.

        Si interrogáramos a Lázaro dónde y cuándo nació Jesús, su respuesta sería:

        Jesús nació en Bethania, en la tarde que me visitó en el túmulo y me ordenó:

        “¡Lázaro! ¡Levántate y ven hacia fuera!”

        En ese momento, comprendí quién era Él y Él nació en mi.

        Y Saulo, el Doctor de la Ley transformado en Pablo de Tarso, nos afirmaría:

        Jesús nació en el camino de Damasco, al medio-día, cuando la luz que Lo envolvía me cegó y escuché Su voz:

        “¿Saulo, Saulo, por qué me persigues?”

        En ese instante me di cuenta de que había un mundo nuevo y le dije:

        ¿Señor, qué quieres que yo haga?

        La mujer samaritana, de la ciudad de Sicar, nos diría que Jesús nació cerca de la fuente de Jacob, en la tarde que ella Lo encontró y Él le ofreció beber del agua viva, que sacia toda la sed, pues viene del amor de Dios y santifica los seres.

        Aquella tarde, Fotina descubrió que Jesús era el Hijo de Dios y modificó su vida.

        Finalmente, Maria de Nazareth, sonriendo, nos diría que Jesús nació cuando se escondió de las estrellas en las tinieblas de la Tierra.

        Cuando Lo sostuvo por primera vez en los brazos y sintió que allí se cumplía la promesa de un nuevo tiempo. Aquél Niño, enviado por Dios, vendría a enseñar a los hombres, Sus hermanos, la Ley Mayor del Amor.

         * * *

        Si ya te permites envolverte en las claridades del Evangelio, permite que Jesús nazca en tu corazón.

        Deja que Sus vibraciones te penetren al Espíritu y esparce el perfume de Su presencia en la senda por donde avanzas en la búsqueda de la vida.

        Reconstruye mentalmente el sendero recorrido desde que la sinfonía de la Buena Nueva te tocó y proponte a vivir el mensaje del Maestro Jesús, que es tu Modelo y Guía.

        Entonces... Él finalmente nacerá en ti.


Redacción del Momento Espírita con base en texto de autor desconocido y

de la entrada Natal, del libro Repositório de sabedoria, v. II, del Espíritu

Joanna de Ángelis, psicografía de Divaldo Pereira Franco, ed. Leal, Brasil.

Em 18.01.2008.

miércoles, 28 de septiembre de 2022

Compromiso no cumplido

 


-COMPROMISO NO CUMPLIDO

 

   Doña Flausina, casi podría considerarse una mujer realizada y feliz: espirita consciente, participante de obras asistenciales, tres hijos íntegros y cariñosos, ocho nietos adorables, ideas lúcidas, salud razonable, situación financiera estable... 

   El único problema era la "cruz" que cargaba en el hogar… su marido.

 

   Existía, latente, una profunda falta de entendimiento entre ellos, que explotaba numerosas veces, en fricciones y discusiones acaloradas que, no era raro, descendían al nivel de la agresividad.

 

   No es que fuese mala persona. Era un hombre hasta generoso, buen padre, casero, sin vicios, pero de genio difícil, un tanto impertinente, "cualidades que, para Doña Flausina, parecían aumentar en la medida en que él envejecía.

 

   Sólo el Espiritismo me da fuerzas para "aguantar" a Gumersindo… Pensaba doña Faustina.

 

   Proclamaba, enfática. - Quiero estar con él hasta el fin, cumpliendo mi compromiso. ¡Entonces estaré libre! …¡juntos… nunca más!

*

   Así fue hasta su desencarnación, después de 48 años de convivencia difícil.

*

   De vuelta a la Espiritualidad, ya integrada en la Vida Mayor, Doña Flausina analizaba, con un generoso mentor, sus hechos en la vida física.

 

   -Hija mía, -le decía, gentil- usted llevó una existencia provechosa, fue inteligente madre de familia, batalladora en las lides espiritas, servidora de la Caridad... Trae un bello bagaje de realizaciones...

 

   Pero tiene un problema grave, un compromiso no cumplido… su marido.

   - ¿Cómo? -Interrogó la señora con extrañeza- ¿No fui fiel a los deberes matrimoniales? ¡¿No soporté, estoicamente, durante medio siglo?!

   -Ese es su problema: ¡usted lo soportó solamente! No obstante, su compromiso era bien distinto. Debía armonizarse con él, superando antiguas amarguras reminiscentes de una convivencia anterior. Adoptando la postura de quien carga una pesada cruz, usted anuló cualquier posibilidad de aproximarse a él, ayudándolo a superar sus idiosincrasias con la fuerza de la amistad. Le faltó, hija mía, el ejercicio de la caridad que silencia, que perdona, que no guarda resentimientos, que supera desavenencias. ¡Y él necesitaba mucho de su comprensión! Es un alma perturbada y neurótica, no obstante sus virtudes. Como usted en cierta manera contribuyó para que fuese así, en base a las influencias negativas que ejerció sobre su Espíritu, en el pasado, no veo otra solución para el problema sino una nueva unión entre ustedes, en una existencia futura, repitiendo las lecciones del matrimonio, hasta que aprendan a convivir pacíficamente.

 

   Después del encantamiento del noviazgo, fatalmente surgen dificultades de relación en la vida conyugal. Somos, en la Tierra, aprendices Insipientes en el arte de convivir.

 

   No obstante, aquellos que atraviesan el casamiento a "regaña-dientes", como sometiéndose a una intolerable prisión, forzosamente reencontrarán al cónyuge en nuevas experiencias matrimoniales, presos uno al otro por grilletes de resentimiento, amargura, aversión.

                          

Del libro: Cruzando la calle, de Richard Simonetti.

lunes, 28 de marzo de 2022

Comprendiendo la organización de Jesús




   Como hombre, tenía el organismo de los seres carnales, pero como Espíritu puro, desprendido de la materia, vivía más la vida espiritual que la vida corporal, cuyas debilidades no padecía. La superioridad de Jesús con relación a los hombres no era el resultado de las cualidades particulares de su cuerpo, sino de las de su Espíritu, que dominaba a la materia de un modo absoluto, y de la cualidad de su periespíritu, extraído de la parte más quintaesenciada de los fluidos terrestres. Su alma no se encontraba prisionera del cuerpo más que por los vínculos estrictamente indispensables. 

   Constantemente desprendida, ella le otorgaba la doble vista no sólo permanente, sino de una penetración excepcional, muy superior a la que poseen los hombres comunes. Lo mismo debía de darse en Él con relación a los fenómenos que dependen de los fluidos periespirituales o psíquicos. La calidad de esos fluidos le confería un inmenso poder magnético, secundado por el deseo incesante de hacer el bien.

   ¿Actuaría como médium en las curaciones que producía? ¿Se lo podría considerar un poderoso médium curativo? 

   No, puesto que el médium es un intermediario, un instrumento del que se sirven los Espíritus desencarnados. Ahora bien, Cristo no precisaba asistencia; Él era quien asistía a los demás. Obraba por Sí mismo debido a su poder personal, como en ciertos casos pueden hacerlo los encarnados, en la medida de sus fuerzas. Por otra parte, ¿qué Espíritu osaría infundirle sus propios pensamientos y le encargaría transmitirlos?... Si acaso Él recibía algún influjo ajeno, este sólo podría provenir de Dios. Según la definición dada por un Espíritu...: Jesús... era médium de Dios.

 

Del libro La Génesis, de Allan Kardec

jueves, 3 de marzo de 2022

Conversación, Nicodemo con Jesús.

 


¿POR QUÉ, SEÑOR?


…Y Nicodemo, el gran Nicodemo de los primeros días del Evangelio, pasó a contarnos...:

- Después de la aparición del Señor a los quinientos de Galilea, cierto día, al atardecer, me detuve a la orilla del lago de sus predicaciones, rogando a Él me disipase las dudas. Ante las enseñanzas divinas, yo experimentaba el choque en torno de las ideas de justicia y misericordia, responsabilidad y perdón… ¿De qué manera conciliar el bien y el mal? ¿Cómo establecer la diferencia entre el premio y el castigo? Atormentado, delante de las exigencias de la Ley de la que yo era intérprete, le supliqué la palabra y he aquí que, de súbito, el Excelso Bienhechor apareció junto a mí… Me postré en la arena y Jesús, aproximándose, me tocó, levemente, la cabeza fatigada, e inquirió:

- Nicodemo, qué pretendes de mí?.

-Señor, – comenté ,- tengo el pensamiento en fuego, intentando discernir sobre rectitud y delincuencia, bondad y corrección… ¿por que comiste con pecadores y tantas veces te referiste, casi rudamente, a los fariseos, leales seguidores de Moisés? Acaso, ¿están en la verdad las personas de vida impura, y erradas aquellas otras que se muestran fieles a la ley?

Jesús respondió con inflexión de blandura insuperable:

- Nunca dije que los pecadores están en el camino justo, sino afirmé que no vine al mundo a socorrer a los sanos, y sí a los enfermos. En cuanto a los principios de santidad, ¿qué decir de los buenos que detestan a los malos, de los felices que desprecian a los infelices, si todos somos hijos de Dios? ¿De qué sirve el tesoro enterrado o el libro escondido en el desierto?

- Señor, – prosiguió, - ¿por qué dispensaste tanta atención a Zaqueo, el rico, al punto de compartir su mesa, sin visitar los hogares pobres que le rodean la morada?

- Estuve con las multitudes, desde las noticias iniciales del nuevo Reino!... Con relación a Zaqueo, él es un rico que deseaba instruirse, y negar la lección, a aquellos amigos a quien el mundo apellida de avaros, es lo mismo que negar remedio al enfermo…

¿Y las meretrices, Señor? ¿Por qué las defendiste?

- Nicodemo, en la hora del Juicio Divino, muchas de esas mismas desventuradas mujeres, que censuras, resurgirán del lodo de la angustia, limpias y brillantes, lavadas por el llanto y el sudor que derramaron, mientras que aparecerán cargados de sombra y lodo aquellos que les prostituyeron la existencia, después de abusar de su confianza, lanzándolas a la condenación y a la enfermedad.

- Señor, oí decir que diste a Pedro el papel de conductor de tus discípulos… ¿Por qué? ¿No es él, el colaborador que te negó tres veces?...

- Exactamente por eso… En el dolor del remordimiento por las propias flaquezas, Simón ganó más fuerza para ser fiel… Más que los otros compañeros, él sabe ahora cuánto cuesta el sufrimiento de la deserción…

- Maestro, ¿y los ladrones del último día? ¿Por qué te dejaste inmolar entre dos malhechores? Y ¿por qué aseguraste a uno de ellos el ingreso en el paraíso, junto a Ti?

- ¿Cómo puedes juzgar apresuradamente la tragedia de las criaturas cuya historia no conoces desde el principio? No encubro a los que practican el mal; mientras tanto, es preciso saber hasta qué punto habrá alguien resistido a la tentación y al infortunio para que se le mida el tamaño de la falta… Hay hambrientos que se transforman en víctimas del propio desequilibrio y hay empresarios del hambre que responderán por la crueldad con que niegan el pan… Con referencia al amigo a quien prometí la entrada inmediata en la Vida Superior, es verdad que así lo hice, mas no dije para qué. .. Él realmente fue conducido al Mundo Mayor para ser reeducado y atendido en sus necesidades de elevación y transformación!...

- Señor, – insistí, - ¿y la responsabilidad con que nos cabe tratar de la justicia? ¿Por qué pediste perdón al Todopoderoso para los propios verdugos, cuando estabas suspendido en la cruz del martirio, exculpando a los que te agredían?

-No anulé la responsabilidad en ningún tiempo… Rogué, maniatado a la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen…” Con eso no aseveré que nuestros adversarios gratuitos estuviesen haciendo lo que debían hacer… Esclarecí, tan sólo, que ellos no sabían lo que estaban haciendo y, por eso mismo, se mostraban dignos de la mayor compasión!...

Ante las palabras del Señor – concluyó el antiguo maestro de Israel -, las lágrimas me subieron de las entrañas del alma a los ojos… Nada más vi que no fuese el velo diáfano del llanto, reflejando las sombras que anunciaban la noche… Aún así, oí, como si el Señor me hablase lejos, muy de lejos:

-Misericordia quiero, no sacrificio…

En ese punto de la narrativa, Nicodemo se calló. La emoción sofocaba la voz del gran instructor, cuya presencia nos honraba la mansión espiritual. Y en cuanto a nosotros, viejos juzgadores del mundo, que lo oyéramos atentos, entramos todos en meditación y silencio, ya que ninguno apareció en nuestra tertulia íntima con bastante disposición para añadir palabra.

Del libro: Vitrina de la Vida. Psicografiado por Chico Xavier.

domingo, 13 de febrero de 2022

Responsabilidad sobre el suicidio

 


DECLINACIÓN

  Aquí va, mi amigo, la entrevista rápida que usted solicitó al viejo periodista desencarnado con una suicida común. Sabe usted, como yo, que no existen casos absolutamente iguales. Cada uno de nosotros es un mundo en sí. Para nuestro esclarecimiento, sin embargo, debo decirle que se trata de una joven señora que, hace precisamente catorce años, despidió el cuerpo físico, por deliberación propia, ingiriendo insecticida.

Algunos apuntes más, ya que no podemos transformar el doloroso asunto en una novela de gran porte: ella se envenenó en Río, a los treinta y dos años de edad, dejando esposo y un hijito en casa; no era persona de cultura excepcional, desde el punto de vista del cerebro, pero se caracterizaba, en la Tierra, por nobles cualidades morales; moza tímida, honesta, laboriosa, de instrucción regular y extremadamente devota por los deberes de esposa y madre.

Pasemos, entre tanto, sus once cuestiones y veamos las respuestas que ella nos dio y que transcribo, en su integridad:

   -¿La hermana poseía alguna fe religiosa, que le diese convicción en la vida después de la muerte?

-Seguía la fe religiosa, como acontece a mucha gente que acompaña a los otros en la manera de creer, en la misma situación con que se atiende a los caprichos de la moda. Para ser sincera, no admitía que fuera a encontrar la vida aquí, como la veo, tan llena de problemas o, tal vez, más llena de problemas que mi existencia en el mundo.

   -Cuando sobrevino la muerte del cuerpo, ¿quedó inconsciente o consciente?

-No conseguía siquiera mover un dedo, pero, por motivos que aún no sé explicar, permanecí completamente lúcida y por mucho tiempo.

   -¿Cuáles fueron sus primeras impresiones al comprobarse desencarnada?

-Al lado de terribles sufrimientos, un remordimiento indefinible tomó cuenta de mí. Oía los lamentos de mi esposo y de mi hijo pequeñito, en vano gritando también, suplicando socorro. Cuando la carro de los difuntos se llevó el cuerpo inmóvil, intenté quedar en casa pero no pude. Tenía la impresión de que yo yacía amarrada a mi propio cadáver por los nudos de una cuerda gruesa. Sentía en mí, en un fenómeno de repercusión que no sé definir; lanzada con él a un compartimiento del mortuorio, lloraba hasta enloquecer. Después de pocas horas noté que alguien me cargaba para la mesa de exámenes. Me vi súbitamente desnuda y temblé de pudor. Pero la vergüenza se fundió en el terror que pasé a experimentar al ver que dos hombres jóvenes me abrían el vientre sin ninguna ceremonia, a pesar del respetuoso silencio con que se entregaban a la pavorosa tarea. No sé qué me dolía más, si la dignidad femenina recortada anta mis ojos, o si el dolor indescriptible que me recorría la forma, en mi nuevo estado de ser, cuando los golpes del instrumento cortante me rasgaban la carne. Pero el martirio no quedó en ese punto, porque yo, que horas antes me encontraba en la comodidad de mi lecho doméstico, tuve que aguantar duchas de agua fría en las vísceras expuestas, como si yo fuera un animal de los que viera morir, cuando era pequeña, en el pueblo de mi padre… Entonces, clamé aún más por socorro, pero nadie me escuchaba, ni veía…

   -¿Recurrió a la oración en el sufrimiento?

-Sí, pero oraba, a la manera de los locos desesperados, sin ninguna noción de Dios…Me hallaba en franco delirio de angustia, atormentada por dolores físicos y morales… Además de eso, para salvar el cuerpo que yo misma destruyera, la oración era un recurso al que echaba mano, muy tarde.

   -¿Encontró parientes o amigos desencarnados, en sus primeras horas en el plano espiritual?

-Hoy sé que muchos de ellos procuraban auxiliarme, pero inútilmente, porque mi condición de suicida me ponía en plenitud de fuerzas físicas. Las energías del cuerpo abandonado como que me eran devueltas por él y me hallaba tan materializada en mi forma espiritual como en la forma terrestre. Me sentía completamente solitaria, desamparada…

   -¿Asistió a su propio entierro?

-Con el terror que mi amigo es capaz de imaginar.

   -¿No había Espíritus bienhechores en el cementerio?

-Sí, pero no podía verlos. Estaba mentalmente ciega de dolor. Me sentí bajo la tierra, siempre ligada al cuerpo, como alguien debatiéndose en un cuarto estrecho, lodoso y oscuro…

   -¿Qué aconteció enseguida?

-Hasta ahora, no consigo saber cuánto tiempo estuve en la celda del sepulcro, siguiendo, hora tras hora, la descomposición de mis restos… Hubo, sin embargo, un instante en que la cuerda magnética cedió y me vi liberada. Me puse de pie sobre la cueva. Me reconocía débil, hambrienta, sedienta, dilacerada…No había tomado posesión de mis propios raciocinios, cuando me vi cercada de una turba de hombres que, más tarde, vine a saber, eran crueles obsesores. Me dieron voz de prisión. Uno de ellos me notificó que el suicidio era una falta grave, que yo sería juzgada en corte de justicia y que no me restaba otra salida, sino acompañarlos al Tribunal. Obedecí y, poco después, fui encarcelada por ellos en tenebrosa urna, donde pude oír el llanto de muchas otras víctimas. Esos malhechores me guardaron en cautiverio y abusaron de mi condición de mujer, sin ninguna noción de respeto o misericordia… Solamente después de mucho tiempo de oración y arrepentimiento obtuve el auxilio de Espíritus misioneros, que me retiraron de la cárcel, después de enormes dificultades, a fin de internarme en un hospital de tratamiento.

   -¿Por qué razón decidió suicidarse?

-Celos de mi esposo, que había pasado a simpatizar con otra mujer.

   -¿Juzga que su actitud le trajo algún beneficio?

-Solamente complicaciones. Después de seis años de ausencia, herida por terribles nostalgias, obtuve permiso para visitar la residencia que yo juzgaba como siendo mi casa en Río. ¡Tremenda sorpresa!... En nada me adelantó el suplicio. Mi esposo, joven aún, necesitaba de compañía y escogiera para segunda esposa a una rival que yo abominaba… Él y mi hijo estaban bajo el cuidado de la mujer que me provocaba odio y rebeldía… Sufrí mucho en mi orgullo abatido. Me desesperé. Auxiliada pacientemente, con todo, por instructores cariñosos, adquirí nuevos principios de comprensión y conducta… Estoy ahora aprendiendo a convertir el odio en amor. Comencé a proceder así por devoción a mi hijo, a quien ansiaba extender las manos, y sólo poseía, en el hogar, las manos de ella, habilitadas para prestarme semejante favor… Poco a poco, noté sus cualidades nobles de carácter y de corazón y hoy la amo, de veras, como hermana de mi alma… Como puede observar, el suicidio me intensificó la lucha íntima y me impuso, de inmediato, duras obligaciones.

   -¿Qué aguarda para el futuro?

-Tengo hambre de olvido y de paz. Trabajo de buena voluntad en mi propio mejoramiento y cualquiera que sea la prueba que me espere, en las correcciones que merezco, ruego a la Compasión Divina me permita nacer en la Tierra, otra vez, cuando entonces espero retomar el punto de evolución en que me estacioné, para reparar las terribles consecuencias del error que cometí.

   -Aquí, mi querido, termina el curioso testimonio en que figuré en la posición de su secretario.

-Sinceramente, no sé por qué usted desea semejante entrevista con tanto empeño. Si es para curar una enferma ansiedad en una persona querida, inclinada a matarse, es posible que usted alcance el objetivo deseado. ¿Quién sabe? El amor tiene fuerza para convencer e instruir. Pero si usted supone que este mensaje puede servir de instrumento para alguna transformación en la sociedad terrena, sobre los fundamentos de la verdad espiritual, no estoy muy seguro en cuanto al éxito del intento. Digo esto, porque, si estuviese ahí, en mi cuerpo de carne, entre el pollo asado y el café caliente, y si alguien me trajese a leer la presente documentación, sin duda yo juzgaría que se tratara de una historia de brujería.

Del libro: Vitrina de la Vida, Psicografiado por Chico Xavier.