Sublime dispensador de bendiciones:
Cuando la madrugada rompe la oscuridad de la ignorancia y anuncia el día de júbilo, aquellos que te servimos, te saludamos en tu condición de Sol de Primera Magnitud, suplicando que Tu luz diluya toda nuestra maldad y dé lugar a la instalación del reino del amor en nuestras vidas.
Somos tus discípulos equivocados, que volvemos al rebaño gracias tu misericordia, después del abandono que nos impusimos a lo largo del sendero evolutivo.
Recíbenos como somos, a fin de que logremos aprender a ser como deseas.
Nuestra oferta a Tu magnánimo corazón ya no es la copa de hiel de la ingratitud o del abandono, sino el compromiso de serte fieles en cualquier circunstancia que enfrentemos mañana, comprendiendo que incluso el sufrimiento es una dádiva celeste para nuestra purificación.
Como recibiste a Pedro arrepentido y le confiaste la dirección del grupo atemorizado, y fuiste a buscar a Judas en las regiones infernales, concediéndole la oportunidad de los renacimientos purificadores, concédenos, también, a todos nosotros, los discípulos ingratos, la misericordia de Tu perdón en forma de renovación íntima, a través de los incontables procesos de las reencarnaciones liberadoras.
Permite que tus mensajeros abnegados permanezcan con nosotros en Tú nombre, auxiliándonos en el proceso de iluminación, a fin de que toda la oscuridad que dejamos en la senda se convierta en claridad, y nos decidamos a seguir adelante sea cual fuere el precio a rescatar.
¡¡JESÚS!! Concédenos Tu dulce paz, a fin de que seamos dignos de Ti,... hoy,... mañana... y siempre.
Del libro Amanecer de una nueva era, Por Divaldo Franco, Manoel Philomeno de Miranda, espíritu