¡Señor Jesús!.
Aquí me encuentro. Enfermo y cansado.
Compadécetre de mí, bien amado pastor, oveja descarriada de tu rebaño... Me ofuscó el brillo falso de la vanidad humana, la ilusión terrestre me embotó el raciocinio, el egoísmo, endureció mi corazón y caí en el precipicio de la ignorancia como leproso del sentimiento. He llorado y sufrido amargamente, Señor mi defección espiritual. Pero yo se que eres el Divino Médico, dedicado a los infelices y extraviados del camino... ¡Por piedad; libérame de la prisión de mi mismo y del mal resultado de mis propias acciones, haz que mis ojos se abran ala luz Divina! Nútreme con tu verdad soberana, ampárame en la esperanza de la regeneración! Señor, dame fuerzas para resarcir todas las deudas, curar todas las llagas, corregir todos los errores que están vivos dentro de mí... Perdóname, concediéndome recursos para el rescate, no me dejes entregado a los efectos de las pasiones que yo mismo creé sin pensar, favoreciéndome con tus represiones silenciosas en las situaciones disciplinarias y, sobre todo, Benefactor Sublime, retribuye a tus siervos que me auxilian en esta hora, confiriéndoles renovadas bendiciones de energía y paz, con el fin de que auxilien a otros corazones tan extenuados y caídos como el mío!... Jesús... confiaremos en tu compasión siempre.
Extraído del libro Obreros de la vida eterna. Psicografiado por Chico Xavier, dictado por el Espíritu André Luiz